Calentamiento global convierte al mar en un caldo de muerte: Drew Harvell

El Universal
19/11/201909:47:36

Los océanos cálidos amenazan la salud al ser incubadoras de patógenos: Drew Harvell

Seattle, 18 Nov (Notimex).- El calentamiento global y su mayor efecto, el cambio climático, convierten a los océanos en verdaderos caldos mortales, ya que sus aguas cálidas se vuelven incubadoras de patógenos que amenazan la salud, aseguró la científica de la Universidad de Cornell, Drew Harvell.

Esta afirmación se desprende de las investigaciones realizadas por la bióloga, quien menciona que “un océano saludable es un salvavidas para la humanidad, pero la salud del océano está en riesgo ya que las epidemias devastan tanto las especies formadoras de hábitat, como los pastos marinos y los corales, así como a las especies clave, como las estrellas de mar y el salmón”.

Los humanos han creado una tormenta perfecta de condiciones de brote: la acuicultura y las aguas residuales humanas introducen nuevas infecciones y fertilizan las existentes; propagan las infecciones a nivel mundial y el calentamiento las incuba, abunda la académica de la institución ubicada en Nueva York.

Refiere que las infecciones en los océanos causan muertes masivas con impactos ecológicos radicales, por lo cual la pérdida de alimentos cosechados del océano y su valor monetario para los pescadores impacta la economía, además de que los patógenos incubados en un océano cálido amenazan la salud global.

Harvell y su equipo publicaron sus conclusiones en la revista estadunidense Science Advances, en las que explican que comprobaron que el microorganismo causante afectaba a unas veinte especies, pero la estrella girasol fue la más castigada.

Sus conclusiones fueron que la mortandad de estos animales del fondo marino estaba claramente relacionada con el fenómeno conocido como “La Mancha”, una lengua de agua caliente de unos mil 600 kilómetros de longitud y 90 metros de profundidad que entre 2013 y 2015 se extendió a lo largo de la costa oeste de Norteamérica.

En su libro “Ocean Outbreak: confronting the rising tide of marine disease”, la científica explora las cuatro epidemias más grandes que han devastado a cuatro especies de animales marinos icónicos: estrellas de mar, abulón, salmón y arrecifes de coral.

Las historias de estos brotes revelan cómo se ha inclinado la balanza a favor de los patógenos, cómo se detectó a los agentes infecciosos y cómo el cambio ambiental amplifica su impacto.

Drew Harvell recuerda que su investigación comenzó en 2013, poco antes de la navidad, cuando caminaba por una playa de la ciudad de Seattle, en Washington, y comenzó a ver que “había brazos (de estrellas de mar) por todas partes, parecía una zona de explosión”. A donde miraras, veías estrellas de mar muertas y moribundas.

Algunas se habían desintegrado; otras todavía estaban vivas con sus cuerpos plagados de llagas y sus brazos retorciéndose en ángulos grotescos. “Había brazos que se separaban de las estrellas de mar, brazos que se alejaban solos”, dice Harvell, la ecologista de la Universidad de Cornell especializada en el estudio de las enfermedades marinas.

“Fue mi primera experiencia de tal magnitud”, recuerda, aunque ya había recibido correos electrónicos sobre una misteriosa enfermedad que afectaba a las estrellas de mar en la Columbia Británica.

Había leído en un blog sobre “un gran evento de mortalidad” en el fondo marino; había escuchado informes de que incluso las estrellas de mar cautivas en el Acuario de Vancouver estaban muriendo. El fenómeno, conocido como enfermedad del desgaste de las estrellas de mar (SSWD), finalmente afectó a más de 20 especies.

Muertes similares habían ocurrido antes, pero nunca a esta escala. A lo largo de la costa occidental de América del Norte, desde Alaska hasta México, las estrellas de mar languidecían lentamente.

Harvell y sus colegas consideraron una larga lista de posibles causas, incluyendo tormentas, contaminantes y radiación del desastre nuclear de Fukushima, pero todo apuntaba más a una infección. En 2014 identificaron a un posible culpable: un densovirus asociado a la estrella de mar (SSaDV).

Sin embargo, el virus no causa SSWD en todas las especies afectadas, por lo que todavía hay mucha incertidumbre sobre la causa (o causas) del síndrome. El impacto, en cambio, es innegable.

Al proseguir la investigación, Harvell recopiló datos de más de 10 mil encuestas realizadas por científicos ciudadanos capacitados en la costa del Pacífico. Sus observaciones mostraron que SSWD había llevado a una especie especialmente susceptible, la estrella de girasol, al exterminio casi total.

La estrella de girasol es el equivalente en estrella de mar a un tiranosaurio: un depredador alfa enorme, voraz e inconfundible, con un diámetro de tres pies, hasta 26 brazos y cientos de pies tubulares. Come almejas, erizos de mar y caracoles a una velocidad increíble.

“Era tan común como un petirrojo”, comenta Harvell. “Al zambullirse, siempre se veían estrellas de girasol”, pero desde 2013 se ha desvanecido en gran parte de su antiguo rango de dos mil millas; sólo en Alaska permanecen poblaciones apreciables.

En solo unos años, una enfermedad emergente provocó un colapso continental de una especie que alguna vez fue común. Este fenómeno ha comenzado a rehacer el mundo submarino.

Datos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) han determinado la casi imposibilidad de que la especie haya migrado a aguas más profundas, pues demuestran que de 2013 a 2015 los girasoles desaparecieron de California y Oregón, y disminuyeron en 99.2 por ciento cerca de Washington.

En 2016, los investigadores de NOAA no pudieron encontrar a un sólo individuo en casi 700 redes de arrastre. El verano pasado, vieron uno.

Doble tragedia, la pérdida de la estrella girasol

La pérdida de la estrella de girasol es devastadora porque es un depredador clave y tiene una influencia desproporcionadamente grande en el mundo.

El ecologista Bob Paine lo describió en 1963, después de sacar estrellas de mar de una playa de Washington y arrojarlas al mar. Un año después, los mejillones comidos por las estrellas de mar habían invadido la costa, desplazado a las criaturas que habían vivido allí y remodelado el paisaje.

El desgaste de las estrellas de mar está causando lo mismo, pero en una escala mayor. En ausencia de los girasoles, los erizos de mar que cazan se han vuelto locos y comen a través de los bosques de algas Kelp del Pacífico.

Kelp es una alga marina con forma de tallarines, cuyas frondas de un metro de alto albergan vastas comunidades de vida marina. Si esos bosques caen, también lo hará un ecosistema completo, incluidas varias especies comercialmente importantes como el abulón, el cangrejo y un sinnúmero de peces.

Esos cambios ya comenzaron, particularmente en lugares donde otro depredador de los erizos de mar, la nutria marina, ha disminuido su presencia. Mundos una vez exuberantes de follaje verde y amarillo ahora son “páramos de erizos”, dominios solitarios de espinas moradas y tocones masticados.

“Los bosques de algas marinas a lo largo de la costa oeste se han visto muy afectados, y es probable que disminuyan aún más a medida que estos depredadores de estrellas de girasol se vuelvan extremadamente raros”, comenta Carol Blanchette, de la Universidad de California en Santa Bárbara.

Calentamiento de los mares ¿el villano?

La enfermedad SSWD es una parte de la historia, porque el equipo de Harvell descubrió que la disminución del girasol coincidía con olas de calor anormalmente fuertes, y que a medida que las temperaturas aumentaban, era más probable que las estrellas desaparecieran.

Harvell sospecha que las aguas cálidas podrían haber impulsado el crecimiento de microbios que estén detrás de SSWD o haber hecho a los girasoles más susceptibles a las infecciones. “El calentamiento no necesariamente desencadenó el brote, pero aumentó el impacto de la enfermedad”.

Esta puede ser la norma en el futuro. En su libro “Ocean Outbreak…”, Harvell documenta varios casos en que las infecciones han causado estragos en el coral, el abulón, el salmón y otras criaturas marinas. En algunos casos, el cambio climático ha empeorado los contagios.

Mientras tanto, Harvell y su equipo continúan su trabajo detectivesco en busca de los verdaderos culpables de la desaparición de estas especies.