09/07/201800:00:55

Administrar…la historia

09/07/201800:00:55

No hay dos fuegos iguales
(Eduardo Galeano)

No hay dos votos iguales…
Administrar con los pies, caso que se antoja por natura en Cuauhtémoc Blanco -al darnos cuenta de que no puede su alma con dos palabras hiladas-, implica riesgos prontos en contra de los caros anhelos mexicanos. Pero no es el único candidato ganancioso en la “Marcha Triunfal”.
Lo sembrado y cosechado, con una persistencia sin paralelo, por Andrés Manuel López Obrador, no debe echarse en saco roto, cuidando puertas y llaves con que él mismo entre a la historia y, que conste, no se haga depender de ello el repentino triunfo de otros.
La historia es agregado de diversos mejunjes, no todos dignos de recordarse, aunque al fin y al cabo va porque va, dijera el enterrador de mi pueblo.
Tal vez la misma historia esté diciendo: nos vemos en el camino, antes de la salida, desde estas horas de desbordamiento, al tabasqueño enunciado, artífice de más de treinta millones de votos.
Y se verán las caras y el cuerpo de pies a la cabeza, el nuevo Presidente y la historia, más temprano que tarde, pero en el cómo es de que tendrá que rendirse cuentas por vía del interés público.
A nadie se ha dado pasar –a la historia- antes de advertir sobre pararse firme en su umbral, por descontado que desde ahora mismo se lo proponga, si es con hechos cotidianos bien pensados, entre normales aciertos y errores, que se hará camino al andar, más complicado que lo dijera proverbialmente Antonio Machado.
Estas horas han sido de agobio, de “apachurramientos”, pero, por efecto de leyes naturales, la realidad irá asentando, poco a poco, el paso de los días.
En el asiento de las cosas quedará lo que gusta y lo que no gusta y, desde luego, la historia tomará nota en bíblica compostura, si se quiere, poniendo en su justo lugar a protagonistas y acontecimientos no siempre traducidos en hechos a la medida.
El boleto en la historia no se adquiere por anticipado, ni es a cambio de eventualidades; más que nada viene de una secuencia de hechos aparentemente indefinidos pero que, al tocar fondo, definen el estado de cosas no siempre a la medida de las mejores intenciones.
La historia es permanente exploración de lo que ocurre sin chistes, vale. Se hace acompañar de quiénes la administran, tomando los presupuestos que permitan cumplir reglas –más que promesas- y compromisos lo más pegados a forzosas contingencias.
Para administrar la historia habrá qué entenderla por anticipado en mucho. Si, en mucho. Tan semejante al punto de partida que ha sido característica de las grandes obras de la humanidad. Para empezar, puede haber titubeos y no ni sólo palabras que de momento traigan aparejados aplausos y a corto o mediano plazo incumplidos.
La compañía histórica parte de uno que la encabeza, pero va en dos y los autores más posibles para que desde el inicio se entienda y lleve a la práctica en permanente compromiso. Compromiso no es adjetivo personal puesto que, por muy buena fe que ponga el mandatario, por sí sólo no basta para dar garantía de su desempeño entre reajustes normales.
El fenómeno del millonario voto tiene nombre que, ahora más que antes, todos sabemos. De ese nombre partió hasta llegar al misterioso segundo de su emisión. En mucho influyó la petición que fue haciéndose de seis de seis. Era cosa no más de preguntar para darse cuenta de que así podía concretarse, como fue informado un segundo después de las seis de la tarde del domingo electoral.
Cuántos dirán, hoy, era de esperarse. Nada más que entre decirlo y saberlo hubo un gran trecho a cuyo final pudo llegar el candidato favorecido por los votos. Antes, la incertidumbre, si bien desde temprano fue notable la presencia de electores.
Ahora bien: no todos los candidatos ganaron por su linda cara o por la rápida penetración lograda entre ciudadanos. Muchos, no pocos, se colgaron del arrastre del líder de Morena. Hubo quienes hicieron lo propio, pongamos el Lic. Adán Augusto López Hernández, con un discurso gradual y mesurado, dio lo mejor de sí y recibiendo lo que como fue lógico del ahora reconocido fenómeno nacional. A otros, decenas, les cayó como del cielo tanto voto. Toda vez que para nadie es un secreto el caso de desconocidos a nivel local o federal que ganaron la elección pero a quienes, casa por casa, echan de ver aún poca gente.
Luego entonces, acomodar de aquí a los meses que vienen el equipo que habrá de administrar la cosa pública, en todos sentidos, es decir la historia, trátese de diputados locales, federales, senadores, alcaldes o regidores, colaboradores, no es tarea que deba dejarse para el momento de la protesta constitucional.
Tomar las providencias desde ya significa empezar a entender la administración de la historia no nada más en calidad de protagonistas, que todos serán, sino de intérpretes que desempeñen con normal acierto y oportunamente su papel. Ni esperar más, pero tampoco menos, cuando se trata de este balance a que a todos nos convocan tantos votos como antes no se sabía.
Salgamos del espanto, de la sorpresa, de la alegría, y participemos pero eligiendo confirmar la conducción y administración de la historia que habrá de darse, en los mejores términos, amen.