30/04/201800:00:20

Antes, durante y después

Heberto Taracena Desde acá

Desde acá

30/04/201800:00:20

No aminora el interés por el debate entre candidatos a la Presidencia de la República. La atención de oyentes resultó mayúscula: más de trece millones; y eso puede ser bueno “según el color del cristal con que se mira”.
Antes de la noche del domingo 22 de mayo, el ambiente, la verdad, no era de pronósticos reservados. Cada quien hizo “de su capa un sayo” según estado de ánimo, temperamento y “estilo personal” que analizara don Daniel Cosío Villegas.
El ensayo, imprescindible, apretó el tiempo previo al debate, de una u otra forma, también según estilos; porque eso de contemplarse en el espejo horas antes de la fiesta grande no es cosa de controlar nervios repentinos dado que no siempre se está dispuesto a aceptar lo que “no va con nuestra personalidad” en momentos de apuro, casi decisivos.
Pero, en fin, el asunto previo hubo de encararse además ante asesores quienes no siempre aciertan en decir la verdad. ¿Qué recomendarían? Cómo entras. Cómo te despides pase lo que pase. Cómo habrás de pararte. Sube el cuello. No bajes la mirada. Sonríe con la mayor espontaneidad. Administra al máximo los minutos y segundos. Sincroniza oídos con ojos. Escucha atento. Une tu réplica a la embestida del contrario aunque por fuera estés que ardas. Sonríe con mesura y seguridad. No te empapeles. Monta en el brioso corcel de la tolerancia pero no en cólera. Pega como si nada y repliégate. Un poco de ironía no sienta mal.
¿Qué otros lugares comunes y propios recomendarían los asesores a “su” candidato? La imaginación apunta a veces boca…abierta.
El caso es que con eso de que sobre aviso no hay engaño, todos pasaron la revista de sus allegados para bien o para mal, porque así como prenden luces de advertencia sobre tal o cual tema y porrazo que se presentara, había de darse el momento de la refutación corta y oportuna por no haber tiempo para rollos. El manejo del tiempo hizo la característica distintiva de los primeros dos minutos y medio hasta el último minuto final de casi las diez de la noche del veintidós de mayo.
Uno de los candidatos, calculador, Ricardo Anaya, esperó hasta el último segundo de su penúltima intervención para ser el último en cerrar el debate, con una sonrisa de oreja a oreja.
El Bronco, con sus puntadas del mocha manos y eso de casarse a cada rato para dar testimonio fiel de amor a las mujeres provocó en oyentes no poco solaz y esparcimiento.
Margarita, muy en su papel de mujer entre cuatro hombres, midió su tiempo en actitud mesurada, dicho bien, al grado de que para el final le quedaba más de un minuto, asida del guión de la primera a la última línea.
Meade, pareció estar leyendo diversas de sus intervenciones, entrando en parálisis a la hora de hacer cargos personales que nadie atiende como eso de los dos o tres departamentos.
López Obrador, receptivo más allá de lo habitual, en un tramo del debate quedó en ceros cuando los otros candidatos economizaron varios segundos, sin oportunidad por ello de volver a la palabra o la réplica.
La misma gente participó en el debate antes, durante y después, presintiendo que el tabasqueño sería el blanco o el moreno de sus competidores.
Lo sucedido después de las diez de la noche del veintidós de abril y lo que siga ocurriendo hasta la noche del veinte de mayo cuando los candidatos harán otra vez acto de presencia y nosotros también en el segundo debate, parece constituir el trecho medular de la campaña.
Los conductores Sergio Sarmiento, Azucena Uresti y Dennise Maerker, aprobaron por la imparcialidad y certeza de sus preguntas.
Ahora bien: ningún candidato dirá haber perdido el debate, pero nadie puede negar que el Bronco no fue una revelación sino una confirmación de sus limitaciones y que Nuevo León no es todo México.
Han pasado los días y hasta el lunes treinta de abril, Día del Niño, lo que cala es el manifiesto deterioro institucional y hartazgo de millones de mexicanos, algunos sin trabajo, otros trabajando, millones de profesionales insatisfechos…Abono creciente que, de seguir pasándolo por alto, podrá hundirnos en arenas movedizas de secuelas irreparables.
En fin, antes, durante y después nos convoca a todos. Las próximas elecciones no pueden ser un juego macabro entre malas costumbres agotadas y ahogos sociales dentro del vaso que chorrea. No vayan a empatarse primero de julio y medio siglo de Dos de Octubre “que no se olvida”, Dios.