23/11/202000:39:38

DON ENRIQUE GONZÁLEZ PEDRERO XXXIII

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A buen paso, evitando trote que canse, la información de Delegados Municipales y Jefes de Sector respecto a los andantes nocturnos de la comunidad, fluyó precisa al Director de Seguridad Pública quien, a su vez, ponía manos a la obra dando cuenta de ello al Alcalde.
La idea no era, sin supuesto, la de emprenderla en contra de las personas jóvenes o adultas que aparecían a veces en sendas listas. Hasta eso que no muy grandes, como indebidamente quiere entenderse, que no fue el caso.
El primero que preparó su informe, como que conocía la zona pegado a un palmo de nariz, fue Isidro Broca, cuya fama personal no lo tenía muy en paz con su alma. Cosa que, tenía qué ser, le valieron palabras favorables sobre aviso de que en ese cantar entonaríamos el son a pan y manteca.
El Alcalde tenía el cuidado de no dejarse calentar las orejas. Oír y sobre la marcha verificar, develaban la clave. Comentarios menudean al mayoreo, pero cuando la cabeza se calienta vía oídos, la realidad podría desvirtuarse en contra de los mejores planes de gobierno. De tal guisa, quién habla tendrá qué pensarlo y no menos quien oye.
Entre el ir y venir, llega pues el Síndico de Hacienda muy emotivo afirmando que el Jefe de Compras adquirió varios botes de pintura para su casa “con cargo al municipio de Cunduacán”, fueron sus palabras.
El proveedor quedaba apenas a ciento cincuenta metros de palacio, a un lado de la Parroquia de la Natividad. Conocido como se estila en las cabeceras municipales.
-Vamos para allá -dijo el Alcalde-.
-Pero… –dijo el Síndico, indeciso-.
-Tomemos el toro por los cuernos y, si aquí hay gato encerrado, al punto abrirnos la llave para que de una vez salga la moñinga que tenga qué pringar –reafirmó el Alcalde-.
Y ahí vamos llegando con el proveedor Chacho Pérez Ruiz, quien nos atiende con naturalidad, en su forma de ser rápido pero entendible.
-Me “han” dicho –dijo el Alcalde- que el Jefe de Compras cargó varios botes de pintura al municipio para uso personal. –El Síndico estaba de mírame y no me toques, inquieto-
-“Onde” va usted a creer, Licenciado –dijo Chacho-. Si hubiera sucedido yo le habría avisado pues usted nos leyó la cartilla desde el primer día.
-Enséñame los comprobantes de compras –pidió el Alcalde.
Y Chacho Pérez Ruiz desprendió el fajo de papeles que ordenaditos pendían de un clavo. Cada comprobante decía la cantidad y para qué obra se usaría.
Ningún bote de pintura para el Jefe de Compras –repitió Chacho-. “Onde” va usted a creer, Licenciado.
El Síndico de Hacienda, de por si expresivo, se volvió inexpresivo.
Regresamos a palacio haciendo que platicábamos del estado del tiempo y otros “asuntillos”.
-Qué bien vigilar los recursos económicos para que no tomen rumbo equivocado –dijo el Alcalde-.
-Pues sí, Licenciado –dijo- Y como es la gente, nunca sabe uno.
-No pienso igual –dijo el Alcalde- Pero tomo a bien que me haya puesto alerta sobre esa probabilidad de desvío de recursos. No deje de hacerlo.
-Así será, Licenciado –con la colita ente los pies-.
-Yo oigo todo y de todo, pero enseguida lo verifico.
-Buena medida, Licenciado –retirándose ya no con la sonrisa de entrada.
A veces, el silencio se acentúa, decía un maestro de Gramática en la romántica Primaria de fines de los cincuenta.