25/02/201900:00:23

Geografía de Cunduacán

25/02/201900:00:23

Verdad de Perogrullo es machacar que el tema de la seguridad pública resulta común pero no corriente, es decir que “a todos y a cada uno” nos alcanza “de una u otra forma”; ¡vaya, hombre!
Por tanto, no debe mirársele de soslayo y con puntos apartes ni suspensivos. Cómo darlo a entender pues.
Es de vida o muerte atenderlo, exponerlo, denunciarlo, incansable de una y otra parte. Como duele acá, en lo personal y social, tiene que doler allá, en lo público. El dolor tiene que unirnos. Nada de quiénes más o de quiénes menos. Es de no echar la bolita a una sola de las partes si bien no es tan sencilla la práctica de comunicarse y comunicarse entre la misma gente y las autoridades. No tan sencilla, tal vez por la indignación social que predomina en el ambiente y la actitud provocativa con que el malhechor parece restregarnos: ¡aquí estamos!
Ah, qué complejo se ha vuelto por lo visto el tema de la seguridad.
Decir no te metas con ella, con la seguridad, es casi, tácitamente, ponerse de lado de la inseguridad o, lo que es igual, de la delincuencia.
Esto va junto a quienes no denuncian, por desencanto y frustración obvios.
En el legal debido proceso y la presunción de culpa, el ciudadano halla la espada y la pared. La espada del malhechor. La pared en sí mismo, por su entendible descreimiento hacia receptores de la queja y el estribillo de venga mañana “para lo mismo responder mañana…” (Lope de Vega).
Innegable es que muchas veces el ciudadano no ha encontrado eco. No menos cierto que nos hemos atenido a que la autoridad lo haga todo por su cuenta y riesgo. Dos vacios que han sido asaltados por el delincuente.
Con leer las notas de ocho columnas nos damos cuenta de quiénes ocupan el mayor espacio y dominan la publicidad.
Desagradable, molesto, pero no para bloquearse callando.
Todo hace percibir, en grotesca ironía nada fina ni disimulada, que los delincuentes para armarla a su talante dejan mensajes no en papel ni con lápiz sino montando el espectáculo que se llama tiro de gracia, con muertos decapitados o desmembrados.
Pasa así pues que con frecuencia se salen con la suya y nos dejan partida la nuestra. Tanto, que el “acordonar la zona” deviene en rutinas.
Estamos en una mezcla de realidades complejas que de ninguna forma pueden aceptarse pero que no debemos negar; si bien tampoco se trata de hacerlas desaparecer por arte de quien sabe qué y quién.
Con añorar otros tiempos de tranquilidad social poca satisfacción logramos; como si pudiéramos volver al pasado con sólo imaginarlo. Cosa que no viene al caso: el pasado, bueno, regular o malo, en poco se replica en el presente que a como está, no de buen grado, tenemos necesidad vital de asumirlo juntos.
Del entorno social forman parte tanto las autoridades como la población misma, y en dicho entorno nos confundimos cuando no precisamente nos acercarnos para entendernos.
Cualquier día en cualquier lugar, a cualquier hora, oímos la queja solitaria:
--Salgo del restaurante –narra un médico de más de ochenta años- y en seguida tres sujetos me abordan rápido, despojándome del reloj, la cartera y mi tranquilidad. No opuse resistencia. Les agradezco –dice con amarga ironía- que me dejaran vivo.
--¿Y la denuncia?
--¡Para qué!
Mientras que todos callamos como agradecidos ¿de quién, de quiénes? y celebrando que el galeno le esté contando...
Aceptemos ahora sí a voz de ya que el tema de la inseguridad es diferente en cada municipio pero, especial en algunos, realmente agresivo conforme a las actividades de sus pobladores y particular situación geográfica del lugar.
Sale en consecuencia otro ejemplo de interés público:
El municipio de CUNDUACÁN tiene una geografía por no analizada y atendida fuertemente expuesta. Dios, ¡cómo aparecemos en las notas rojas!
Por mi pueblo pasa todo el Sureste, todo Cárdenas, todo, todo Huimanguillo, lo que se llama todo, parte de Comalcalco, Paraíso y Jalpa de Méndez. Qué atractivo por el lado que se le vea, pero cuánto riesgo, perdido de vista como ocurre.
Somos muy visibles pero la seguridad pública, no es ironía, se nos da al parejo que a otros municipios y, por si fuera poco, tal seguridad es menos visible y no compartida ni de aquí para allá ni de allá para acá. ¿Me explico?
Resume ese contraste paradójico el caso CUCUYULAPA en que la gente es de lo más emprendedora de Tabasco y cuya población queda al paso de ese enorme tráfico como no lo tiene otro lugar. Ah, qué tan golpeados han sido por el pecado de dedicarse de lleno a la actividad platanera.
Ellos no están satisfechos. Nosotros tampoco. La autoridad tampoco, vale. Y en tanto nos ponemos a la altura de acuerdos sociales que no se ven, los delincuentes, imparables y contestatarios.
¡Cómo sentir más a la autoridad! ¡Cómo sentir más al pueblo! Señores: hay que tratar este con otra estrategia. Dilema que aún parece no haberse planteado dentro de una trama común, indeterminada, mas no corriente.