29/04/201900:00:54

Lo público y privado

29/04/201900:00:54

Los contrastes y parecidos entre lo público y privado no son para hacerlo de cuento y nada que se diga estar descubriendo en ello el agua a temperatura extrema.
Son diferencias y afinidades antiguas y recientes. Claro que el tiempo juega siempre un papel indefinido que se presta a pensar entre bien y mal, entreverados. No fácil de entender de pronto los dos conceptos jamás tan distantes y cercanos que se digan el uno del otro.
Bueno. Es que la frontera entre lo público y lo privado resulta invisible a tal punto que se antoja de lugar común. Tanto como observar que la línea divisoria entre el poder y la familia es sensible y de alto riesgo.
Escribo por lo que siento y percibo, dejando de lado todo descubrimiento personal. Nada de originalidades, pero…
El poder público presenta depositarios que emanan del nombramiento superior o de la voluntad mayoritaria popular. Así como se oye.
En todo caso, lo privado subyace en algunas posiciones, no pocas, cercano a lo público. Algo parecido a lo que ocurre, evidente, entre el apareamiento del poder y la familia.
Para decirlo pomposamente, ilustremos…o como recomendara mi maestro de Lógica Eusebio Castro en su librito de preparatoria, ejemplifiquemos.
Para comenzar: el poder es una carga que “puede” llevarse a lomo de caballo, sobre aparejos, parihuelas o en ancas. Según la rienda de la monta irá el rumbo y utilidad del mandatario, dicho en el mejor sentido.
Esto lo aprendí de memoria pero maldita la cosa que, recuerdo, a principios de los sesenta, llegara a comprenderlo. Y, si, claro, el poder pesa. Es parte de la real cosa pública, aunque parezca excesiva la expresión. Acomode o incomode; en razón de que tiende a rebasar y atolondrar. Ay, de aquél que lo permite.
Ello junto a que lo público linda con lo privado siempre, natural y razonablemente.
Ea, que cuando el poder tienta a la familia con mil señales y halagos que antes –del poder- no se daban, sería como un chancro fatal, que sabemos lo hay en los seres vivos, animales, vegetales, hombres y ahora se dice mujeres.
Y en los terrenos de lo púbico y privado, el poder es cuestionable, en toda la extensión de la palabra, máxime cuando empieza a ser demasiado visible la familia. Bien es cierto que cada inicio de gobierno tiene sus riesgos en busca de su propia identidad, entre otros –riesgos- el conflicto irreconciliable con el pasado reciente y el momento actual. Hasta eso, entendible y no tan complejo de irse conduciendo a mediano plazo. Grave es cuando permanece y crece, por lo que guste o disguste, el cruce creciente entre lo público y lo privado.
Advirtamos que si antes, en otro tiempo, el cambio de actitudes se daba en un momento de inicio cierto y al paso de los días, ahora tiende a traslucirse más pronto por las características inéditas de las elecciones precedentes en que no sólo ganaron los buenos y, por si fuera poco, las relaciones con los medios de comunicación y su versatilidad sin horario cambiaron de cabo a rabo. Esto no es de un día para asimilarlo por el lado que se le vea.
Cosa que, entre otras, hace más confundible la línea divisoria entre lo púbico y lo privado, el poder y la familia.
Que cómo habrán de procesarse y en qué tiempo los hechos cotidianos, consiste en hilos delicados que habrá de tejer la Cuarta Transformación, al lado de conceptos gente y pueblo frente a intereses económicos fuertes y poderosos como no caben en el imaginario particular ni colectivo.