06/01/202000:04:06

Los porqués

06/01/202000:04:06

No una sino varias, numerosas, son las causas de esta realidad de varios lados que no tiene por qué gustarnos, pero que no podemos cambiar simplemente con echarle un vistazo a la ligera.
Impulsos e inspiraciones participan de cierto parecer de cerca o de lejos.
De cerca, son diametralmente distintos. De lejos, se antojan incomprensibles.
Impulsos van más con la naturaleza propia de cada quien, a partir de cierto fondo y una superficie que no se presta a caminarla sólo con poner pasos y ojos en el piso.
Inspiraciones gozan de más profundidad y de continuo hermanan con la reflexión.
Impulsos van como entregados a La Paradoja del Chinpancé que, con palabras autorizadas, desmenuza el siquiatra STEVE PETERS.
De manera que si impulsos e inspiraciones bien pueden tener ciertos elementos comunes, al final rinden frutos diferentes, desde el punto de vista ético y moral.
Cuando la realidad se alimenta de impulsos, tiende a revertirse en contra de quién o quienes le dan cuerpo pero a la hora del balance sin los resultados (re)queridos.
Cuando se nutre de inspiraciones, pacientes, no instantáneas, tiende a desenvolverse sin ahogarse en sus propios elementos; a conciencia de que la superficie tiene subidas y bajadas, pero, en todo momento, orientan las riendas hacia fines que, de no alcanzarse plenas, como es normal, cumplen en humana proporción.
¿Qué nos ha venido ocurriendo con la realidad?
¿Cómo y desde cuándo la fuimos arrinconando entre impulsos de chimpancé y apenas leves toques de inspiraciones humanas?
¿Pero, ultimadamente, en la realidad, qué papel han ocupado los porqués?
En serio. Vaya juego en que eludimos las causas de que las cuentas en varios rubros esenciales del progreso no cuadran, aun concediendo el mayor esfuerzo de los sectores público y privado.
¿Porqués? ¿Cuáles?
Entre impulsos e inspiraciones, haciendo uno o varios altos, caminando en compañía o a solas, yo de plano socráticamente declaro saber nada de nada.
Es tan compleja la realidad que por sí sola no tiene por qué complacernos pasado un año y por el tiempo que venga.
Entrar a las causas requiere, por imperiosa necesidad, de mediano plazo, buscando fastidiarnos lo menos posible en la espera.
Y si esperamos que del gobierno caiga todo, en un santiamén, peor que peor.
Pongamos el caso de cuando los hijos no respondan por sus padres y haya que desempolvar leyes para hacer el recordatorio, ello abona, entre otras causas, a la realidad que nos pesa pero que, entre puntos leves de inspiraciones y oleadas de impulsos, nadie o pocos quieren apechugar.
¿Y otros porqués? A encontrarlos y contarlos. Quedamos cortos, pendientes.