17/09/201800:00:25

Seguridad y opinión

17/09/201800:00:25

Polos opuestos, seguridad y opinión chocan de ordinario. No comparten nombre ni apellido. Una por un lado y otra, la opinión, diluida en disgustos. No se siente servida, ni la seguridad bien a bien calificada. Hay la seguridad personal y la seguridad pública. A como dé lugar, las hay. Entre haber y estar, ahí la distancia.
Hay opinión y opinión pública. Simple opinión. Opinión compuesta. Los cuatro conceptos conviviendo bajo sombras de dudas, de pronto entendibles paro que a cada paso resultar impenetrables. La seguridad no es cosa común y corriente, algo y nada más; es mucho de valores, de códigos morales. Cuesta entenderla desde el punto de vista que se la mire, pese a las mejores intenciones que por cierto no bastan por sí solas.
La opinión tampoco es algo de rutinas, sola o acompañada de la misma opinión pública, una va con la otra por mera necesidad aún en la incertidumbre del día a día.
Pongamos que son vecinos a los cuales marca un “pital” o una cerca. Son colindantes los términos seguridad y opinión, digo. Con eso no está dicho ni una parte de que tienen la necesidad de convivir a pan y manteca. La hogaza puede ranciarse y, oigan, corromperse. La manteca acedarse.
El vecino tiene qué hacer las paces de ordinario y suavemente con el vecino, por más que uno y otro de repente no se aguanten las ganas de cruzar la raya.
Tienen qué tolerarse. Si, la tolerancia que por momentos deviene en insufrible. La tolerancia es ingrediente que si no une por arte de magia hasta el punto de las diferencias, hace por lo menos llevaderas las relaciones.
El mal menor es llevarse. Llevarse en las buenas y las malas. Cuando quieras por lo menos y cuando no quieras cuando mas.
Sólo que hay vecinos de cuya crianza eructan reacciones que, dicen, no poder controlar.
-Es que así soy. Ciertamente. Así es cada quien. Pero el ser de esa conducta persistente no se dio de la noche a la mañana como al haber sido zangoloteado por un mal viento.
Hay en la vida de cada ser vientos que pasan y vientos que pueden quedar y quedan y poseen el sello del comportamiento individual. De forma que se han dado zamarreos de que no han sido libres la persona y la colectividad.
Comprender el tema es más que abarcar, dado que no se trata de encapsularlo para su estudio al laboratorio de los mejores planes y programas de acciones públicas y privadas.
No sería suficiente poner la seguridad, en ningún sentido, únicamente como plática de sobre mesa de sesudos analistas. Echarla a andar con la cabeza y los pies, compartido lo público y lo privado, y siempre con buena dosis de harta paciencia.
Hay que meterse de lleno a sus entrañas para, además de abarcarla, comprenderla. Imaginar a la sociedad como una cárcel grande dentro de la cual quepa la seguridad, es caer encerrado en la misma trampa de su otra cara, la inseguridad.
Es el punto de quiebre por donde asoma la opinión reclamando a la seguridad:
-Yo no creo en ti, porque no te siento ni tantito.
Y la inseguridad, agredida, contesta y se arma la tremolina pero sin llegar al fondo del tema en que ambos conceptos se puedan acoplar.
-Pues estamos a mano, empatados en sentido contrario, no de la mano. Vaya, hombre, quiere imaginarse aquello como a dos vecinos peleando y compartiendo la misma raya porque…
--Si te tocó ser vecino de alguien, es tu suerte y qué vas a hacerle.
Qué vas a hacer es mucho, queriendo, demasiado, más allá de lo inadvertido en que pueda por mala práctica tenerse a la seguridad y la opinión.
¿Qué es la seguridad? ¿Qué es la opinión?
Más que definirlas en teoría, compartirlas no ha sido posible. Por amarga falta de comunicación recíproca.
-Tú me buscas.
-Yo te busco.
- Nos buscamos.
No se da. Aparentemente fácil de contestar pero muy complicado de corresponder, seguridad por sí misma es semejante a vida, a patrimonio. Tanto que cuando se la pone en riesgo ya no sabemos ni a qué atenernos. A quienes pedir o involucrar: a Dios, a la Autoridad, increíble, al delincuente.
A Dios: hágase tu voluntad.
A la autoridad: ¿dónde se halla?
Al delincuente: Me doy…
Seguridad, opinión, van juntas pero no acordadas. Por lo común del tingo al tango. Con sogas forzosas en todo el cuerpo individual y social. No quieren acercarse entre si, por ver quién gana terreno. Las dos pierden. Todos perdemos.
El terreno de ambas ha sido allanado. Uno por la otra y a la inversa.
Seguridad y opinión, malos vecinos, irreconciliables. La opinión percibe y descalifica.
La seguridad vaga por su camino extraviado, sin rendir cuentas. La primera es sensible a la menor crítica. La segunda arremete en su contra con sus mil bocas y millón de dientes.
Nosotros cachamos, qué, ya para qué gritar, gritar, gritar...
-¡Viva la seguridad! ¡Vida la opinión! ¡Viva México!