11/12/201700:00:30

Zedillo-Nuño

Heberto Taracena Desde acá

Desde acá

11/12/201700:00:30

Mal pensado que es uno. Ni trabajo que cuesta. Basta con dar vuelo a la hilacha para que los recuerdos afloren como por encanto en la no siempre bien vista memoria.
A ver a ver. Cuando el 28 de noviembre de 1993 fue proclamado Luis Donando Colosio, candidato del PRI a la presidencia de la República, en seguida se tuvo a Ernesto Zedillo como Jefe de su campaña. Este último no tan visible por la cúpula de la organización política.
Berrinches de Manuel Camacho llevaron al entonces Presidente Carlos Salinas a registrar para el anecdotario, la frase súper comentada de “No se hagan bolas…”, que resonó de lo lindo…
Colosio, de inmediato, alisó un mucho su cabellera, no tan alborotada como la de Arturo, el declamador del Brindis de Bohemio, pero si con rizos que ya no fueron los mismos. Incluso, de su bigote hizo gala con recortes precisos. El rostro, impecable. La voz, más sonora.
Bueno, quienes emperifollaron a Colosio no vieron a sus ojos que, siendo los mismos desde luego, la dieron por alargar en alto la visión de un México diferente, con hambre de…ya sabemos, en aquel discurso suicida del 6 de marzo de 1994, incluso con el reflejo de una cruz al fondo casi de mal agüero…
Arreglos corporales, por supuesto, no fueron los mismos para Ernesto Zedillo. Este siguió dentro de un comportamiento de bajo perfil, casi oculto sin dejar por ello de hacer su trabajo en la campaña del candidato.
Colosio ocupaba antes el cargo de Secretario de Desarrollo Social y Zedillo nada menos que el de titular de la Secretaría de Educación Pública.
La campaña, entre rumores internos, se fue dando al parecer normal hasta el desenlace en Lomas Taurinas que nos cimbró de veras, el 23 de marzo de 1994.
No vienen a más en este comentario algunas suposiciones, por ejemplo:
1 De no haberse dado el homicidio en Lomas Taurinas, Luis Donaldo Colosio, sin tela de dudas, sería el Presidente de la República ´por el sexenio de 1995-2000, pero quién sabe qué habría sido de la permanencia de Ernesto Zedillo.
2 De llegar a la Presidencia, ¿habría sostenido Colosio la esencia de su discurso del 23 de marzo que para nada gustó en las esferas sensibles de la torre priista?
3 ¿Cuál el papel de su principal votante, es decir de Carlos Salinas, en el sexenio 1995-2000?
4 ¿Habría dejado de existir Colosio de todos modos ya como Presidente de la República?
En la imaginación cabe todo y a ella me atengo. Por tanto apelo al derecho de emitir declaraciones.
Lo cierto es que, por ese primer trimestre del año de 1994, Zedillo no esperaba ni la muerte de Colosio y menos que el Presidente Salinas, consultando entre otros al sempiterno Manlio Fabio Beltrones, lo designara sucesor en la Candidatura a la Presidencia.
Zedillo, al principio, no sabía qué hacer con su alma. Tal vez contuviera en el subconsciente de él interpelar al extinto Colosio sobre el porqué de su sorpresiva partida y la no menos confusa llegada en que le enfrascaba.
En hecho fue que la campaña siguió tan eufórica como se estila y el día 21 de agosto de 1994 Ernesto Zedillo fue proclamado por el voto mayoritario Presidente de la República.
Lo demás se tiene por sabido. Desde el principio la hizo de malhechor poniendo en huelga de hambre a su bienhechor Carlos Salinas por el “asunto” del hermano incómodo. Pero también se distanció del PRI, sanamente, como él dijo e hizo bien.
Pero aparejemos a lo escrito un recorrido actual, a partir de los días 27 á 28 de noviembre de 2017 en que José Antonio Meade deja la Secretaría de Hacienda y pide a la militancia priista “háganme suyo”.
Sobre la marcha, se empieza a ver al Precandidato acompañado de Aurelio Nuño, y éste, raudo, cual si fuera cualquier baba de perico, deja la Secretaría de Educación (como antes Zedillo), médula de las Reformas de este sexenio, para ser nombrado Jefe de la campaña.
Ya antes, Luis Videgaray anticipaba los acontecimientos, que Enrique Peña Nieto (des)calificó de despistados, dando para el caso lo mismo de no hacerse bolas de Salinas.
Qué coincidencia. Seguro que si Emilio Chuayffet hubiera conservado tal Secretaría, no habría sido coordinador. Tenía que ser Nuño, por sus características. ¿Cuáles? Entre otras pues que se parece a Ernesto Zedillo por el comportamiento de su discreto perfil independientemente de que sepa “léer” o no, con tal de que haga correcta la escritura de discursos para el candidato Meade quien, igual que Colosio, cambió su rostro, ya vimos, a otro impecable...
La imaginación no puede ser tan cruel pero, con todo lo que pasa a México, junto a temblores, no vaya a continuarnos la de malas y porque Meade deje en el camino la candidatura, tengamos a otro Zedillo en la persona de Nuño, en principio timorato, pero atenido tal vez a “Yo soy yo y mi circunstancia”, de José Ortega y Gasset.